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Ruinas de San Félix
Las ruinas del templo de San Félix de Oca son el único resto del monasterio que, según la tradición, fue engrandecido por el conde Diego Porcelos (año 863) y escogido por él mismo como lugar de enterramiento.
El monasterio aparece citado como beneficiario de diversas donaciones realizadas por particulares en documentos del siglo X.
En 1049, según reza en otro documento del Cartulario de San Millán de la Cogolla, García III de Nájera agrega a San Millán el monasterio de San Felices de Oca, con todas sus posesiones “donamus atque confirmamus vobis monasterium quod dicitur Sancti Felicis, qui est situm in suburbio aukense”. En dicho cartulario aparecen algunas referencias más antiguas, algunas de las cuales son consideradas apócrifas.
En el siglo XVIII, según el padre Flórez, el antiguo monasterio se había visto reducido a ermita: “corresponde colocar el monasterio más abajo, en la misma cañada a vista de la villa actual de Villafranca, donde persevera una ermita con la advocación de San Felices, que tiene termino propio de heredades, y todo pertenece al Real Monasterio de San Millán, a quien fue anejado el de San Félix.”
Villafranca Montes de Oca
Lo que resta del antiguo monasterio se reduce al ábside de su iglesia, que presenta en planta un trazado cuadrangular. Los muros de dicho ábside presentan un gran espesor y están formados por dos paramentos de sillares de piedra arenisca, que proceden del expolio de edificios romanos, cuyo interior se rellena con un núcleo de piedra trabada con mortero.
El interior de la cabecera se cubre con una monumental cúpula semiesférica sobre pechinas construida con piedra toba y se ilumina mediante ventanas en forma de saetera que se abren sobre cada uno de los paños.
El arco que daba acceso al ábside desde la desaparecida nave, tiene forma de medio punto y arranca sobre impostas sobresalientes del muro que apoyaban a su vez sobre columnas, actualmente perdidas.