Vallejo de Orbó
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Brañosera
A los pies del Cocoto (1.513 metros) y del monte Terena (1.337 metros) el pueblo se asienta en el valle que lleva su nombre,
entre bosque bajo y extensas praderas, sobre un terreno de formaciones carboníferas,
que se extienden de Este a Oeste.
Está estrechamente ligado al pueblo de Orbó por su cercanía geográfica e histórica.
Nació como colonia minera de las minas de Orbó.
Tuvo un gran desarrollo en la época en que éstas eran explotadas por la Carbonera Española,
acabando de edificarse en 1920.
A partir de 1954 se instituyó como pueblo lo que hasta entonces era un barrio de Orbó y pasó a llamarse Vallejo de Orbó.
La fiesta principal es la del santo patrono local, Santo Domingo de Guzmán, que se celebra el 8 de agosto.
Parece ser que en un principio, y debido a la falta de entidad histórica,
esta fiesta parecía no tener ninguna trascendencia para el pueblo.
Se celebraba el 4 de agosto con gran apoyo por parte de la empresa.
Hoy, sin embargo, se sigue festejando Santo Domingo, coincidiendo además con la época de mayor afluencia
de vecinos y visitantes que vuelven a Vallejo en época estival.
Santa Bárbara, cada 4 de diciembre, era la fiesta grande de la colonia, debidamente institucionalizada
y aprobada por la Empresa.
El Cine, con capacidad para 400 personas, parece ser que fue el primero de la provincia.
En Palencia existía el Teatro Principal, pero en él se representaban obras teatrales y sólo esporádicamente cine.
Según Wifredo Román y Oscar Blanco el cine de Vallejo de Orbó fue el primero concebido para tal fin: la proyección de películas. El 30 de julio de 1912 el periódico El Eco de Barruelo le dedica estas líneas
: "se nos dice que en las inmediatas minas de Vallejo se ha adquirido un piano-manubrio
y un cinematógrafo con motivo de proporcionar distracción gratuita a los agentes de las mismas.
Merece plácemes la empresa propietaria de las minas por el interés que se toma por sus obreros".
Abría sus puertas los domingos por la mañana. Las películas eran mudas y previamente censuradas por el capellán. Hasta que no llegaba el administrador de la empresa, D. Luis Ortiz de Ainsa y su señora, la cinta no empezaba.